Una deuda imperecedera


En ocasiones, la música que hago está ligada a situaciones o personas concretas. Con el concierto para piano número 3, sucedió así. Había escrito el número 1 dos años antes (por tercera vez). Un año después compuse el número 2, pero por una equivocación no pude entregarlo al concurso. Ambos conciertos eran demasiado personales, emotivos y complejos, así que decidí componer uno menos emocional, más medido, con una estructura formal y sin romanticismos.

Era el 2014, y tenía problemas con mi pareja por pintar el rostro de Hipatia de Alejandría. Con la tensión me era difícil componer.
Además, me sucedió un accidente: resbalé al entrar al baño y me golpeé la base de la columna con el filo del escalón. Al caer también golpeé muy fuerte el piso con mi mano. Eso aminoró el golpe en la columna, pero no podría tocar por un tiempo.

Estaba muy dolorido por el golpe como para abrir mi clase de pintura, cuando llamó una alumna para confirmar su asistencia. Le dije que cancelaría la clase por la caída. Pero mi alumna no hizo caso, y se apareció en el estudio con ungüento y medicamentos. Al rato ya me sentía mejor. Era sábado. Solo ella llegó al curso, así que platicamos de arte y pusimos música. Le conté del concierto que estaba componiendo, y le mostré lo que llevaba: el primero y el tercer movimiento ya estaban avanzados, pero faltaba el segundo. Ella lo comprendió muy bien.

Mi alumna siguió viniendo desde ciudad Juárez, visitaba a su abuelita enferma, y aprovechaba para venir a clase los findes. Pintábamos y comentábamos el avance del concierto.

Una tarde, cuando iba de salida a hacer ejercicio, recibí una llamada de mi alumna. Se sentía involucrada con el concierto y le preocupaba que aún no iniciara con el segundo movimiento. Este debia ser lento, y era importante, pues serviría de puente entre el primero y el tercer movimiento, más rápidos y dinámicos. Yo seguía con la intención de componer sin cursilerías. Pero al terminar la llamada, de pronto me surgió un tema delicado y romántico, que me pareció muy bonito como para ignorarlo. Así que me senté al piano y grabé un esbozo de lo que sería el segundo movimiento. Solo debería añadir arreglos y variaciones.

Terminé el concierto, y afortunadamente le di el carácter suficiente a cada pieza para hacerlas independientes, pero a la vez hermanadas, de manera que las tres conforman una obra completa y sólida. El concierto número 3 fue reconocido con el Premio Chihuahua ese mismo año.
Como agradecimiento por acompañarme en el proceso de composición, le dediqué el concierto a esa querida personita, mi alumna y entrañable amiga Esther Campos: Teté.

Aunque no hace falta ningún tipo de justificación o explicación para nuestra amistad, quizá con esto se comprenda la manera en que se forman los lazos de cariño hacia quienes consideramos importantes, por el tiempo y la dedicación que nos han dado y las metas que nos ayudan a alcanzar.

Esa llamada de Teté en el momento preciso, me hizo quedarme a componer. Por eso es que existe ese cursi y romántico segundo movimiento del concierto, que a la vez influyó en la decisión del jurado. Aprendí a no inhibir mi naturaleza como compositor, por más cursi que esta sea. Teté siempre estuvo en el momento correcto. Es una deuda que yo tengo con ella. Ese tipo de cosas no se pagan con nada.
Por eso grabé el video del concierto con secuencias de Teté, hace más de 8 años.
Mi eterno agradecimiento para ti, mi querida Teté.

Dante Amerisi.
Febrero de 2023.

NOTA: Este video es un fragmento del segundo movimiento (el concierto completo tiene una duración aproximada de 25 minutos).

Segundo movimiento del concierto para piano No. 3

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