De Grieg a los 11 conciertos para piano


Edvard Grieg, el compositor noruego, solía escaparse a componer a la campiña, en Ullensvang, en el fiordo de Hardanger. Cuando compuso su concierto en La menor, en 1868, la dueña del hotel le ofreció una cabaña independiente para que trabajara tranquilo. Sin embargo, los lugareños, no acostumbrados a un pianista en el pueblo, lo visitaban constantemente y lo interrumpían. Desesperado, Grieg decidió mover la cabaña a un lugar más aislado, para lo que solicitó trabajzadores. Pero nadie acudió. Entonces, la dueña del Hotel le sugirió mandar a hacer cerveza, y ella misma cocinó bocadillos, organizó una fiesta a la que fue mucha gente, y entre todos, movieron la cabaña al nuevo lugar.
Ahí, Grieg pudo escribir su concierto, el único que completó, y que finalmente se convirtió en una de las obras favoritas para piano en el mundo. Ese concierto tendría mucha influencia en mi vida.

Cuando yo era muy joven, con 13 o 14 años, mi primo Polito me regaló en mi cumpleaños un par de discos LP de música clásica. Uno era de la Sinfonía No.6 de Beethoven, «La Pastoral», que la verdad nunca me gustó. El otro disco traía la música de Edvard Grieg, con la Suite Peer Gynt, que es fabulosa. Pero lo que realmente me cautivó, fue el Concierto para piano en La menor de Grieg, el compositor noruego. Tal fue el impacto, que en ese momento me dije: «Yo tengo que componer un concierto para piano».

Pasó el tiempo, y yo me dediqué a estudiar la música formal por mi cuenta. Nunca tuve un mentor o guía, nunca estudié en una escuela de música, en mi entorno familiar nadie escuchaba música clásica. Así que tuve que aprender por mí mismo. Estudié teoría, estudié partituras, escuché cuanta música podía conseguir. Diez años más tarde compuse el concierto No.1 para piano, pero perdí la partitura, y no tenía grabación. Pasaron otros diez años para volver a escribir el concierto de memoria, desde cero. Para mi segundo divorcio, mi exesposa decidió que lo primero que se llevaría serían mis pinturas y mi computadora, con todas mis partituras. Así que perdí de nuevo el concierto.
Pasó más de una década, y decidí escribir el concierto por tercera vez. Ahora sí guardo una grabación, pero siempre lo consideré algo muy íntimo. De modo que no se lo he mostrado absolutamemte a nadie.

Dos años después, me propuse presentar una pieza para el Premio Chihuahua, así que escribí el concierto para piano No.2. También resultó ser muy íntimo, pues mezcla la dolorosa ausencia de mi musa con la llegada de mi nueva pareja. En honor a Edvard Grieg, cuyo concierto comienza con un trémolo de timbales antes de irrumpir el piano, mi concierto no. 2 comienza con un doble trémolo de timbales.
Terminé el concierto y solo faltaba imprimirlo (que no es precisamente muy fácil). Entonces mi novia llamó insistiendo en visitarme. Me negué, pero no dejó de insistir, diciendo que se iría temprano. Pero se quedó hasta las 7 de la mañana. Ya no pude imprimir. Decidí dormir, pensando que aún me quedaba un día para entregar la obra. Pero con tanto trabajo, me confundí, y al despertar descubrí que ese había sido el último día, así que no pude entregarlo.

Al siguiente año, compuse un nuevo concierto, el No.3, que también tiene su historia, pero no la contaré aquí. Lo presenté al concurso, y fue precisamente esa obra por la que me dieron el Premio Chihuahua en 2014.rfg4rwtf5geg5fdt
Actualmente tengo compuestos 11 conciertos para piano.

Dante Amerisi.
Enero de 2023.

Deja un comentario